domingo, 30 de agosto de 2009

dos de dos

Nicolaaaaaaass!! La comida está en el plato

El pajatito volaaaaaaandooooo

La tripa le ruge al gato

Y el tenedor esperannndoooo


Todos los días su madre le cantaba la misma canción y acto seguido el niño se sentaba con ansias de alimento, la madre hablaba con su hijo de los temas cotidianos, él le contaba todos sus juegos, como su piloto favorito de la tele era protagonista de sus juegos y ensoñaciones, como se divertía en el colegio jugando a ser mayor, lo simpática que era su maestra la señorita Alma...


Pero todo aquello no era suficiente, por mas que le contara el chiste de superman en la selva con una cereza o le hiciera el baile de la almeja coja, nunca conseguiría arrancar una sonrisa del serio y triste semblante de su madre, y eso le hacia tan infeliz como lo era ella.


Su padre no estaba, hacia unos años que no sabían nada de él (tantos que Nicolás siquiera lo había llegado a conocer) desde el momento del embarazo el hombre escondió la cabeza cual avestruz asustada (y detrás fue el resto de él). Nunca había sido un hombre valiente que se enfrentara a sus problemas, intentaba brindarles un primer asalto con su perfecta sonrisa. Si no funcionaba corría a refugiarse. Funcionó cuando en quinto le encasquetó su botella de vodka a su “mejor amigo” haciendo así que le expulsaran y evitando su propio castigo (nadie podía pensar que un chico tan encantador hiciera algo así) o en otras tantas ocasiones había conseguido escurrir el bulto. Pero esta vez no estaba en las mismas condiciones, este no era su mundo ideal sino el real, esta vez no había salida, no tenia dinero para huir, ni valor para acercarse a menos de cinco metros de su hijo todavía no lo había mirado.


Esa noche se fue a comprar una botella de whisky se marchó al puente de los caídos (allí iban vagabundos y yonkis a darse calor), se unió a ellos un par de horas, y tras comprobar que no llegaba a ninguno de ellos a la suela de los zapatos, decidió colgarse con dos bufandas en aquel mismo sitio, sin darse cuenta de que allí estaban tan acostumbrados a la desesperación y la falta de cariño que ninguno haría caso omiso ni intentaría impedirlo ni aun atando mal aposta el nudo de las bufandas cinco veces seguidas pegándose sendas ostias lamentables desde el puente.


Nicolás era un niño de envidiable imaginación, sin embargo, en un entorno en el que la vida real no dejaba cabida para los sueños y mundos irreales, era totalmente incomprendido hasta el punto de que un gran gabinete de psicólogos hacía las veces de niñera, iba a terapia tres veces por semana, su madre tenia miedo de que sufriera algún tipo de enfermedad mental que le hiciera ver cosas donde no las había, presionaba a los médicos para que le recetaran medicamentos, creía que esa era la mejor cura para las fantasías de su hijo. Lo había pillado hablando solo en innumerables ocasiones y eso sin darse cuenta la había sumido a ella en una espiral de sospechas y miedo, temía cada vez que su hijo se quedaba solo que volviera con sus “visiones” hasta el punto de que era ella misma quien alucinaba con un “niño sicótico” donde tan solo había un cachorro jugando.


Pero como no evadirse en un universo sin fronteras cuando tienes tantas limitaciones en tu vida real. Acaso no hubiera sido mejor terapia una sonrisa sincera por parte de su madre.

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